Familias con problemas de enojo ejercen mayor violencia: estudio IBERO Puebla

Familias con problemas de enojo ejercen mayor violencia: estudio IBERO Puebla

Desde que empezó la pandemia nos enojamos más, lo que deriva en el incremento en diversas expresiones de violencia doméstica, especialmente entre parejas. Hallazgo principal del informe Enojo excesivo y violencia familiar desarrollado por académicos y estudiantes de la IBERO Puebla.

El proyecto, llevado a cabo en el periodo escolar Verano 2022 con apoyo de CONCYTEP, responde a una de las problemáticas más apremiantes de los últimos años: la violencia en los hogares. De acuerdo con datos del Sistema Nacional de Seguridad, en 2020 se registraron más de 170,000 llamadas de emergencia al 911, 20,000 más que el año anterior.

Para identificar los patrones de conducta en las familias poblanas, se entrevistó de manera virtual a 665 padres y madres de familia, quienes respondieron un cuestionario y tuvieron un espacio de expresión libre para proponer soluciones a las fricciones hogareñas.

En retribución, el equipo ofreció talleres centrados en ejercicios de respiración para la vuelta a la tranquilidad.

Hogares turbulentos

Si bien cuatro de cada diez encuestados asegura que sus índices de irritabilidad no cambiaron durante la pandemia, el 29% se asumió “más enojón” desde el enclaustro por el coronavirus. En contraste, el 37% se considera “poco enojón” y el 28% se define como alguien “enojón”.

Casi la totalidad de la muestra reconoce haber ejercido violencia al enojarse durante el último año; las diferencias en cuanto a género son mínimas (96.5% de mujeres contra 95.6% de hombres).

De igual manera, ellas reconocieron haber agredido físicamente a otro integrante de su familia con mayor frecuencia que ellos (37% contra 24%).

La violencia se ejerce principalmente entre parejas, aunque hay matices. El estudio revela que papás y mamás se gritan, insultan, dejan de hablar o destruyen sus cosas; también son los más propensos a abandonar la casa de forma brusca.

En cambio, a los hijos se les amenaza más que a la pareja: las madres regañan a hijas e hijos por igual, mientras que los padres reprenden a los chicos más que a las chicas.

Como explicó el coordinador del proyecto, el Dr. Raúl Alcázar Olán, las personas que se autovaloran como propensas a enojarse con facilidad son igualmente más proclives a ejercer violencia que aquellas que manejan mejor su enojo.

Por ejemplo, mientras que nueve de cada diez tendientes al enojo le han gritado a algún familiar, solo el 57% de los que son poco propensos lo han hecho.

El Estado ha intentado gestionar esta problemática a través de múltiples instituciones, desde el DIF hasta la Fiscalía General de la República.

El equipo elaboró una propuesta de política pública basada en tres acciones: reducir los índices de violencia familiar a través de la prevención; concientizar a la población sobre el enojo como problemática social, y aumentar la participación de la sociedad civil en la lucha contra la violencia familiar.

Sobre las políticas ya existentes, se propone evaluar el impacto de los programas sociales. “El problema no solo depende de crear sanciones más fuertes o nuevas leyes, sino que los esfuerzos deben dirigirse a ver qué funciona y qué no”, recalcó Alcázar Olán.

El informe concluye con una serie de actividades para el manejo del enojo, mismas que incluyen la revisión de las violencias en hombres y mujeres, la elaboración de un diario de emociones para la introspección y la capacitación con base en políticas paritarias.

Quién recibe el enojo

Pese a que el enojo es una emoción inherente al ser humano, su expresión se vive de manera diferenciada. Así lo evaluó la Mtra. Ana Laura Gamboa, responsable del Observatorio de Violencia Social y de Género (OVSG) del Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría, SJ (IDHIE): “Cuando nos damos cuenta cómo se expresa el enojo ayuda a la desnaturalización de la violencia”.

Gamboa Muñoz puso énfasis en los espirales de violencia que viven las infancias como un reflejo de estas asimetrías. Mientras que los varones tienen la tendencia a convertirse en agresores al crecer, las mujeres pueden quedarse atrapadas en entornos de vulneración.

Se ha observado que los niños que son víctimas directas o indirectas de violencia presentan carencias escolares en asignaturas como español y matemáticas.

Desde una mirada con perspectiva de género, Ana Gamboa aseguró que las emociones están vinculadas con los roles de género.

“La violencia de pareja es fundamental”, pues, como ha encontrado el observatorio, hasta la mitad de los feminicidios son cometidos por parejas o exparejas sentimentales de las víctimas.

Insistió en la necesidad de abordar la problemática de manera focalizada para atender las necesidades de los grupos sociales históricamente vulnerados. “La violencia es un ejercicio de poder.

Las violencias estructurales derivan de un sistema patriarcal en el que lo femenino siempre ha estado por debajo de lo masculino”. El enojo, cerró, adoctrina a los cuerpos y justifica la opresión sobre lo que se considera una entidad privada.

Por su parte, el Dr. Alejandro Arias Rábago, director de Apoyos a Proyectos de CONCYTEP, destacó la develación de formas de gestionar el enojo, una emoción propia de la experiencia humana, de manera asertiva. “No es algo malo per se. El problema es cómo lo expreses y derives”.

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