Como un esfuerzo por hacerse cargo de la realidad que nos rodea, y en la búsqueda constante de nutrir el entorno investigativo a través del conocimiento de las problemáticas actuales, la IBERO Puebla inició la Semana de la Investigación 2023.
Bajo la temática del “conocimiento compartido y la acción colectiva”, este espacio de dialogo se inaugura para, en palabras del Mtro. Mario Patrón Sánchez, rector de la Casa de Estudios, hacernos cargo de nuestra realidad y generar nuevas herramientas de liberación desde el espacio académico.
Todo esto, teniendo un compromiso con los clamores de la realidad que la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús denuncia: violencia, pobreza, desigualdad, polarización social, exclusión, vulnerabilidad de las juventudes que habitan en las periferias, deterioro ambiental y las secuelas que ha dejado con su paso la pandemia por COVID-19.
En el evento, la Dra. Lilia Vélez Iglesias, directora general Académica, refrendó la importancia de propiciar el diálogo en espacios como la Semana de la Investigación. “Es necesario para poder convivir en términos democráticos en un país como México donde el diálogo público está roto”, comentó.
Así, la IBERO Puebla realiza este ciclo de conferencias magistrales con una comunidad académica que cuadruplicó su número en los últimos ocho años; actualmente, 34 especialistas que laboran en la Casa de Estudios están reconocidos por el Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Además de este logro, el Dr. Oscar Soto Badillo, director de Investigación y Posgrado, destacó los seis posgrados reconocidos ante el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC), así como el registro de tres más en el Nuevo Sistema Nacional de Posgrados, ambas instancias pertenecientes al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT).
Hacer frente a la realidad
En un panel magistral, la Dra. María Eugenia Sánchez Díaz de Rivera, académica e investigadora de la IBERO Puebla, y la Dra. Rossana Reguillo Cruz, académica e investigadora del ITESO de Guadalajara, dialogaron sobre el resquebrajamiento de la realidad actual. Al mismo tiempo, discutieron el papel de las universidades frente a un contexto complejo.
Sánchez Díaz de Rivera reconoció que esta realidad, que categoriza como un desgarramiento civilizatorio, desemboca en un sentimiento de impotencia que cae en el fundamentalismo al buscar encarecidamente certezas en un mundo al que, expuso la investigadora, le cuesta nombrar y nombrarse ante el cambio violento.
“Son, entonces, quiebres polarizantes que están generando muchas violencias; las estamos viviendo. Y a la vez, está la urgencia de crear nuevas subjetividades”, las cuales, precisó la experta, abarcan lo ambiental, económico, político, social y sexual.
Por su parte, Reguillo Cruz describió la realidad como un presente bajo asedio. Reconoció que la actualidad atraviesa un momento complejo en el que se da la llamada necromáquina, un concepto acuñado para hablar de un mundo donde morir ya no es suficiente.
La necromáquina es aquel sistema que surge a raíz de un contexto económico, político y delincuencial decadente en los que ya no solo se tiene el poder y la decisión de hacer vivir a los integrantes de una sociedad, sino también de hacerlos morir con factores como el narcotráfico y la violencia cotidiana.
Así pues, ambas especialistas propusieron un lugar de investigación en el que se reconozca que hay que posicionarse desde otras realidades que permitan ver más allá de lo evidente. Instaron a investigar fuera de los lugares históricos de los que surge la práctica investigativa, y que no permiten nombrar al presente tal cual se presenta: acelerado, polarizante y roto.
María Eugenia Sánchez refrendó el seguimiento de una brújula interna, un concepto de su autoría que le ha ayudado a afrontar y entender las complejidades de la actualidad, y desde donde invita a construir nuevos lugares epistemológicos que no se basen solo en investigar desde el bien y el mal.
Por su parte, Rossana Reguillo apuntó que el ser universitario es una decisión política en la que hay que asumirse y asumir el espacio académico como sujetos éticos desarrollados desde la interdisciplina, en los que se hace necesario aceptar la realidad sin eludirla.
Propuso dos ejes desde donde le corresponde a la universidad posicionarse. Por un lado, fomentar el pensamiento y la investigación más allá de lo evidente. Por otro, pensar los entornos universitarios como laboratorios que se articulen desde la horizontalidad y la experimentación. Bajo estos dos principios, la investigadora se dijo convencida de que las universidades y los roles investigativos podrán hacer frente a la realidad que los asecha.