La tragedia de los migrantes indocumentados

Las violaciones a derechos de los migrantes, muchas veces se deben a políticas nacionales y globales

Hace ya muchos años que inicié mis trabajos de investigación con niñas, niños y adolescentes (NNA) migrantes, jóvenes y adultos que principalmente se desplazan hacia los Estados Unidos. Fui descubriendo a seres humanos sensibles, cuyas historias de vida presentan un entramado vinculado a sus experiencias, una manera de ser, pensar y sentir vinculada a una trayectoria cuyo camino es difícil, peligroso y lleno de obstáculos para llegar al destino deseado, que muchos no alcanzan.

Acercarse a ellos ha implicado reconocer los escenarios por los que transitan, los procesos históricos, las continuidades y discontinuidades sociales, las políticas situadas entre lo local y lo global, así como la heterogeneidad presente, con sus contradicciones y ambigüedades en su realidad social.

Hay diversos tipos de migración. Actualmente se observa el incremento de un tipo de migración: la migración forzada, que como afirma Estévez (2022), es el resultado de estrategias para deshabitar espacios geográficos ricos en recursos naturales mediante la instrumentalización de acciones que son muy lucrativas para la violencia criminal y las pandillas, el tráfico sexual, de órganos y drogas. En estos escenarios, se utiliza la legislación y las instituciones del asilo para gestionar la movilidad, criminalizando e impidiendo el tránsito y la reubicación de las personas desplazadas, con lo que la migración forzada se produce y administra.

Según esta misma investigadora, el proceso necropolítico de migración forzada se basa en la construcción paulatina de aparatos burocráticos, discursos, políticas y estrategias que garantizan que la gente pobre y racializada deje de ser un obstáculo para el capitalismo extractivista y el hiperconsumo,  de tal manera que instrumentalizan el terror político y criminal para matar a las comunidades que se oponen y dejar morir a quienes sobreviven y logran desplazarse en busca de protección internacional o un hábitat vivible.

Pienso ahora, en si no hay algo de necropolítica en la expulsión de los migrantes que Estados Unidos manda a territorio mexicano para que se siga el proceso de deportación a sus países de origen. México recibe treinta mil migrantes en promedio al mes, la mayoría latinoamericanos, que da pie cada vez más al incremento de la cadena de violaciones a sus derechos que produce sucesos trágicos, muchas veces resultado de políticas nacionales y globales. 

La noticia de trascendencia internacional de estos días, fue que más de 39 migrantes fallecieron por un incendio, aparentemente provocado en las instalaciones del Instituto Nacional de Migración en Ciudad Juárez, Chihuahua.  Estaban detenidos en una estación migratoria por presuntos disturbios en la vía pública y que iniciaron una protesta al enterarse de que iban a ser deportados. Entre ellos hay guatemaltecos, venezolanos, salvadoreños, colombianos y ecuatorianos según las autoridades involucradas.

Lo primero que se me vino a la mente al conocerla es que desgraciadamente, solo así se socializa la situación de los migrantes, cuando de manera permanente y sistemática y por los países en donde transiten, sufren discriminación, racismo, clasismo y no se respetan sus derechos fundamentales. La justificación para el trato inhumano es su situación “ilegal” en los países en donde llegan, lo cual no es nuevo.  Desde las primeras décadas del siglo XX, la presencia de extranjeros empezó a regularse con ciertos parámetros indeseables, por lo que empiezan un régimen de control para la llamada migración “ilegal “, que gira alrededor de ideas y de prácticas de prevención y represión de las personas consideradas así. Pienso que ese calificativo es innecesario y cruel, por lo que siempre los identifico como migrantes indocumentadosno ilegales.  

El miércoles 29 en su comparecencia en el Senado, Emilio Álvarez Icaza, legislador independiente, gritó con rabia desde la tribuna de la Cámara Alta: “¡Eso es un crimen de Estado, carajo!”  criticando   la inacción de los poderes políticos mexicanos ante lo ocurrido:

“¿Qué les pasa? Si encabezan la indignación, pónganse a la altura de la tragedia”.

En México la situación es compleja, porque se carece de los espacios y de los recursos para darles un trato digno a los migrantes, además se ha documentado el incremento de la persecución en todo el país, tal vez generada por la política migratoria que le impone los Estados Unidos. Cómo es posible que nuestro vecino país del norte disponga de recursos para Ucrania dotando de armamento para que la guerra prosiga y que, a pesar de que esta tragedia humanitaria migrante que, de alguna manera, la provocan ellos por la expulsión de los migrantes a nuestro país, expresen solamente: “Es un recordatorio desgarrador de los riesgos que enfrentan los migrantes y refugiados en todo el mundo” (El País, marzo 28).

Sí, es un recordatorio desgarrador, pero ¿quiénes están involucrados?, ¿desde cuándo las estructuras involucradas han favorecido y/ o permitido las violaciones sistemáticas?, ¿quién lo está encubriendo?, ¿qué políticas y prácticas establecieron las condiciones para que esto ocurriera?, ¿las necropolíticas migratorias son un genocidio silenciado entonces?, ¿qué más tiene que pasar para que se decidan a actuar?

Hasta ahora observo, que no hay una verdadera intención garantizar la protección a quienes sufren de violaciones de todo tipo en nuestro país. Este suceso se olvidará con el tiempo y los migrantes seguirán enfrentando experiencias de vida donde algunos sobrevivirán y otros no, una tragedia que parece reproducirse y que nunca termina.

Mtra.Teresa Galicia

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