A diferencia de la mayoría de las naciones, China cuenta con múltiples divisiones internas. La región occidental corresponde a la dinastía Han, misma que está protegida por las fronteras en el Tíbet, Sinkiang y Mongolia. Al sur, en la costa, la frontera con Vietnam representa el único punto por el que pueden llegar tropas enemigas.
Esta fortaleza territorial le ha permitido desarrollarse y aspirar a convertirse en una potencia en el este asiático. Interés que no ha pasado desapercibido para Estados Unidos, una nación con presencia en toda la zona del Pacífico a través de alianzas con Japón, Corea del Sur, Filipinas y Malasia. Situada al sureste de China continental, Taiwán se convierte en un espacio estratégico de interés para ambas potencias.
Como sintetizó el Dr. Román López Villicaña durante una conferencia para la IBERO Puebla: “China se ha vuelto más asertiva, y eso ha preocupado a los norteamericanos”. Para el académico de la UDLAP, EE.UU no quiere perder su hegemonía mundial y siente temor por cualquier posible rival.
La estrategia norteamericana
El fortalecimiento económico, financiero, comercial y territorial de Pekín ha ocurrido a la par del declive del poder relativo (la influencia de una nación sobre otras) de la Unión Americana desde principios de siglo. “China tomó ventaja de la globalización para poder competir”, observó el Dr. José Luis García Aguilar, académico de la IBERO Puebla.
Tras la guerra en Afganistán, Estados Unidos emprendió acciones para replantear su política exterior, tarea llevada a cabo durante el mandato de Barack Obama (2008-2016). Posteriormente, Donald Trump, envuelto en el lema “América primero”, señaló con urgencia el surgimiento de China como contendiente por la hegemonía.
Con Joe Biden ha tenido lugar la “estrategia indopacífica”, con la que se busca reforzar las alianzas internacionales en organismos como la OTAN, así como con los principales países de Oceanía. “Para mí”, explicó el académico, “la presencia de Nancy Pelosi en Taiwán responde a un tema de negación plausible. […] No va en representación del gobierno de Estados Unidos ni en calidad de representante diplomática”.
La visita tiene que ver, entre otros asuntos, con el interés de impulsar la industria electrónica: Taiwán es el principal productor de semiconductores en el mundo, indispensables para los oasis tecnológicos de California, estado del que Pelosi es representante. “Sí es una disputa por el dominio del Pacífico, pero por lo que se ve China es un dragón con fuego limitado”, matizó García Aguilar.
El plan chino
La relación entre Pekín y Washington siempre ha sido compleja. El triunfo del Partido Comunista chino en 1949 representó una disyuntiva para la Unión Americana, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial inició su política de contención mundial del comunismo.
Esto causó que la fracción nacionalista de China emigrara al territorio que hoy corresponde a Taiwán para fundar la República de China. “Cuando los comunistas toman el poder llegan con el discurso de recuperar la integridad territorial. […] Fue una cuestión de obtener legitimidad frente a sus gobernados”, desglosó el Mtro. Víctor Elías Miranda, catedrático de la IBERO Puebla.
Nacionalistas y comunistas se declararon gobiernos legítimos de la China continental, disputa que, como reveló la excursión de Pelosi, prevalece hasta la actualidad.
Las guerras de Corea y Vietnam contribuyeron a que Estados Unidos se fijara en Asia Pacífico; anteriormente, su atención se había centrado en frenar la ola comunista en Europa. Comienzan así sus alianzas militares con Japón, Corea del Sur, Filipinas y la propia Taiwán.
Al mismo tiempo, la visita de Richard Nixon a Mao Zedong en 1972 impulsó que la ONU y la comunidad internacional reconocieran a China como una única nación, lo que dejó a la deriva la independencia de Taiwán y otros territorios. El encuentro ocurrió en un contexto en el que Estados Unidos buscaba una salida de Vietnam y China continental alianzas para contener su relación deteriorada con Rusia.
Contrario a lo que ocurrió en la Unión Soviética, China emprendió su proceso de reformas económicas para dar pie a una eventual apertura política. Si bien dicho cambio permanece en el limbo, occidente cayó en la promesa de la transición democrática: Gran Bretaña regresó el territorio de Hong Kong en 1997 (aunque la incorporación política ocurrirá formalmente hasta el 2047).
El mismo plan se buscó con Taiwán. Desde la gestión de Lee Teng-hui (1988-2000), el primer presidente nacido en la isla, se estableció que mientras China fuera un país comunista se defendería la independencia del territorio, lo que ha dificultado el diálogo entre ambos territorios. “Cada vez más, la población joven ha construido una identidad taiwanesa diferente de la china”.
Desde 2013, Xi Jinping ha conseguido reposicionar el comunismo en todo el territorio continental; de ahí su crecimiento como potencia y amenaza para los intereses estadounidenses. En la disputa por controlar el mar del sur de China, Taiwán se convierte en el espacio de discordia.